En mi imaginación... |

Cuando le preguntaron a Mahatma Gandhi si el mundo era real o una ilusión (maya), él contestó que es maya pero debe tratarse como real. Cuando Anita Sielecki iba a hacer un comentario sobre un taller que yo acababa de enseñar comenzó diciendo: “En mi imaginación…” Con una introducción como esa, cualquier crítica se puede tomar a bien: nada personal, puede que no sea real, sólo en mi imaginación. La respuesta de Gandhi y el prefacio de Anita comenzaron un tren del pensamiento: ¿Qué es ilusión? ¿Qué es real? ¿Cuánto es solo imaginación? ¿Cuál es la diferencia entre realidad e imaginación?
A pesar de los recientes avances de la Neurología, no se tiene en claro cómo exactamente el cerebro/ la mente crean nuestra “realidad”. Alguien sugirió que el cerebro es “una máquina de sueños”, queriendo decir que una de las funciones del cerebro es tomar información de nuestra memoria, de nuestras emociones almacenadas, creencias, deseos, miedos, prejuicios y fabricar sueños o ilusiones de ellos. La “realidad” fue creada por el mismo proceso mental, pero incluyendo la información en tiempo real que proporcionan los sentidos. Todo esto puede sonar muy seco y teórico, pero me recordó a una historia que leí sobre la naturaleza de la realidad, en un viejo libro de yoga. En mis propias palabras, era algo así:
“Un día un comerciante caminaba a casa desde el mercado. Había sido un buen día para su negocio. Tuvo muchos clientes y las ganancias fueron muy grandes. Ganó más dinero del que era necesario llevar a casa para su esposa e hijos, pensó él.
A pesar de que había sido un día caluroso ahora era fresco. El comerciante miraba el atardecer y disfrutaba la brisa de la tarde que llegaba desde el océano. Sintió un placer indescriptible. Caminó con pasos alegres. Era el crepúsculo. Otro día se había terminado.
Sin embargo, su felicidad y contentamiento se rompieron cuando vio una serpiente muy cerca de su pie derecho. Su corazón sintió un agudo dolor. Había visto esta serpiente antes. Se decía que era una serpiente muy venenosa. Atacaría rápidamente y mataría a un hombre en un instante. Y ahora, ahí estaba cerca de su pie. Se quedó paralizado. No podía moverse. Había escuchado que cuando los ojos de esa serpiente se posaban en uno causaban esa parálisis. También había escuchado que cuando un hombre está por morir, su vida pasa frente a sus ojos. Esto era exactamente lo que le estaba pasando. No toda su vida, solo un fragmento. Sabía por qué ésta serpiente iba a matarlo.
Ese día en el mercado le dio menos cambio a una anciana. Seguido le regresaba menos cambio a las personas, y algunas veces esto causaba disputas. Estas discusiones normalmente terminaban en su juramento de que no había engañado a nadie, que él no era un mentiroso y frente a Dios hacia un juramento en el que Dios tomaría su vida si él era un mentiroso o un engañador. Había hecho éste juramento muchas veces. Hoy era obvio que Dios había tenido suficiente, así que había mandado a la serpiente a matarlo. Se quedó parado esperando, paralizado por el miedo. De lo vasto de su mundo había sólo cuatro cosas visibles para él en ese momento: él mismo, la serpiente, la verdad y su inminente muerte.
Estaba perdido en su desgracia cuando sintió que alguien tocaba su hombro. Sin voltear, profirió un sonido ininteligible. Luego, la voz de un amigo le preguntó: ¿Qué haces parado ahí? ¿Por qué no te vas a tu casa? Pero él no podía moverse, respiraba con dificultad, y desde su garganta anudada dijo: “serpiente”. “¿Serpiente? ¿Dónde?” preguntó su amigo. Con miedo, el comerciante hizo su mejor esfuerzo para mirar abajo, a su pie. Siguiendo la mirada, el amigo miró hacia abajo y estalló en carcajadas. “No hay ninguna serpiente. Es sólo un pedazo viejo de cuerda. ¡Míralo de nuevo!” el amigo seguía riendo mientras la oscuridad descendía y cubría el callado camino.”
Reflexionando en la historia, me di cuenta de cómo encajaban las piezas. Un estímulo sensorial poco fiable llevó a que el hombre confundiera un pedazo de cuerda con una serpiente. Éste error de percepción combinado con la memoria, las creencias, el miedo y la culpa convirtieron lo que él creía que estaba viendo en una pesadilla imaginaria. Su última valoración fue incorrecta. No había serpiente ni muerte inminente, ¡a menos que fuera de un ataque cardiaco! La verdad de la que él estaba completamente seguro era 100% una ilusión creada por su mente. Fue influenciada por no adherirse al menos a un nimaya, Swadhyaya (estudio de uno mismo), en este caso el estudio de sus creencias, lo que eran, y si se basaban en hechos. Dos yamas, Asteya (no robar) and Satya (compromiso con la verdad) también influenciaron su alucinación. Independientemente de esto, la experiencia física que provino de esta ilusión fue 100% real. Su contentamiento, Santosha, fue destruido.
Traducido por Yessica Gutierrez